"Y pues V.M. escribe se le escriba y relate el caso por muy extenso, parescióme no tomalle por el medio, sino por el principio, porque se tenga entera noticia de mi persona; y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto."

El Lazarillo de Tormes

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domingo, 5 de abril de 2020

Vivir no es ver volver

"Las nubes dice el poeta nos ofrecen el espectáculo de la vida. La existencia, ¿qué es sino un juego de nubes? Diríase que las nubes son "ideas que el viento ha condensado"; ellas se nos representan como un "traslado del insondable porvenir". "Vivir escribe el poeta es ver pasar". Sí, vivir es ver pasar: ver pasar, allá en lo alto, las nubes. Mejor diríamos: vivir es ver volver."
Azorín, Castilla.


El "vivir es ver volver" azoriniano evoca siempre al Eterno Retorno de Nietzsche: esa perpetua vuelta hacia lo mismo, hacia lo idéntico a sí mismo; esa eternidad circular que siempre regresa al punto de partida y que hace que cada instante sea inextinguible. Azorín entendía esta idea circunscribiéndola a los ciclos y sentimientos vitales. "Mejor diríamos: vivir es ver volver. Es ver volver todo en un retorno perdurable, eterno; ver volver todo angustias, alegrías, esperanzas como esas nubes que son siempre distintas y siempre las mismas, como esas nubes fugaces e inmutables".

Hay momentos en el año que, por lo que significan, son sagrados para dar sentido a esa circularidad vital. Son como esas nubes que, aunque siempre distintas, coinciden consigo mismas. La Semana Santa es uno de esos espacios donde la vida se expande y se concentra, formando pareidolias, metonimias y metáforas; es uno de esos puntos de referencia donde uno se detiene, siente y reflexiona. Da igual si eres creyente, ateo o todo lo contrario. Todo lo que hay en ella (la simbología, la música, los olores e incluso los sabores típicos) hace que sea un tiempo propicio para que retorne el sentido, para no perder el rumbo, para saber dónde estamos y ordenar los sentimientos. La Semana Santa es brújula y guía de perdidos; es la rosa de los vientos que orienta la nave de la vida, es el islote donde puede descansar el náufrago para después reorientar el rumbo. 

Hoy es Domingo de Ramos y no ha habido retorno. Este confinamiento ha hecho que este año sea por fin distinto. Las sensaciones han sido otras. El pensamiento no acaba de encontrar asiento en esto que es y que no es. Ha habido gente que ha puesto música en los balcones, marchas procesionales, y han conseguido mostrar más intensamente la falta de lo que debería haber sido. Quieren mostrar la presencia, pero sólo consiguen manifestar la ausencia. No estoy juzgando esto: todos nos rebelamos contra la ausencia de lo que amamos. Es ante la presencia de la ausencia donde el amor se fortalece. La ausencia desespera, puede llevar a la locura, pero no destruye el amor, sino que lo hace más fuerte, más intenso, al menos al principio. Siempre me gusta buscar lo universal del sentimiento; aquello que a todos nos atañe. ¿Quién, alguna vez, no amó más durante la ausencia del ser amado? ¿No le estará pasando eso a mucha gente ahora? ¿Te estará pasando a ti, quizá?

"Pero véate yo y muera;
que no sé, rendido ya,
si el verte muerte me da,
el no verte, qué me diera."1

El No-Retorno de lo idéntico ha traído otras cosas conocidas, como la sensación de fracaso y de pérdida, de desamor y de angustia. ¿Acaso sí hay algo que retorna en estos días? El mundo se ha hecho más estrecho. ¿Quién nos devolverá los momentos perdidos? Hoy es Domingo de Ramos y, como tantos otros años, hace un día espléndido. Sin embargo, no se ve lo que hay más allá de la ventana. Atrapados en el torreón de Segismundo, como si estuviéramos presos en una pesadilla, por primera vez en la vida se abre nuestro círculo. Es paradójico que un confinamiento pueda sacarte de tu mundo. Produce asombro ver cómo, encerrados en nuestros espacios más íntimos, hemos perdido todas nuestras seguridades en apenas unos días. Esta novedad construida en el vacío deshumaniza. El tiempo circular es más humano que el lineal. Aún hay que aprender mucho de los griegos. Por primera vez, vivir no es ver volver. O, lo que es peor: vivir es ver volver el desengaño.

                                         

1. Segismundo dirigiéndose a Rosaura en La vida es sueño de Calderón de la barca.



Ojalá pronto seas tú la que vuelva con la vida.




jueves, 18 de julio de 2019

El silencio


Últimamente no escribo nada. Es como si la palabra no fuera a llevarme a ninguna verdad, como si todas las verdades estuvieran hechas de silencio: de contemplación y de silencio. Sólo a veces alcanza la poesía a tocar con la punta de los dedos alguno de los misterios, y a retirar fugazmente el velo del arcano.

viernes, 6 de enero de 2017

¡Feliz 2017!


- ¡Feliz Año Nuevo, Antonio!
- ¡Igualmente, Pepe!
- A lo mejor es el último.
  (Risas)
- ¡Por lo menos aún estamos vivos, y nos podemos comer algo!
  (De nuevo risas)

             -De esta manera se felicitaban el año nuevo el otro día dos viejos amigos, sin saber que yo los escuchaba. Y cuando digo dos viejos amigos me refiero a que los dos tenían al menos ochenta y cinco años. No sé: me hizo gracia el comentario y quería reflejarlo en el blog, para no olvidarlo. Esperemos que estos entrañables abueletes se feliciten el año nuevo muchas veces más, aunque ya sepan que la vida es demasiado corta.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Cuento de Navidad


Era una playa amplia y poco visitada. Kilómetros de arena y soledad. Al subir la marea las olas llegaban cargadas de espuma y arrastraban docenas de estrellas de mar. El sol en la mañana y la luna en la noche hacían brillar a las pobres estrellas varadas en la arena. Un hombre caminaba todos los días por la playa y contemplaba con tristeza la escena. Ese día vio también un niño que iba recogiendo estrellas y las devolvía al océano:

- ¿Por qué haces eso? -le preguntó.
- Ha bajado la marea, el sol brilla con fuerza, y, si estas estrellas se quedan aquí, se secarán y morirán.
- Hay miles de kilómetros de playa repartidos por todo el mundo. Hay cientos de miles de estrellas por todas esas playas. Y tú, aquí, te dedicas a devolver al océano unas pocas. No creo que esto influya mucho. ¿Qué importancia puede tener?

El niño miró al hombre, recogió otra estrella y la arrojó al mar y le dijo:

-Para esta sí tiene importancia.

Al día siguiente, el hombre y el niño, juntos, se pusieron a devolver estrellas al océano. El sol seguía calentando en el cielo azul, el mar rompía en la playa llenando con su sonido la soledad y algunas estrellas volvieron a encontrarse con la vida.

*

No sé quién escribió este cuento, ni cuándo decidí copiarlo. Sólo sé que he encontrado el texto en un word que tenía en alguna carpeta perdida del ordenador, y me gusta para compartirlo con vosotros. Espero sea de vuestro agrado y os deseo una Feliz Navidad.

domingo, 24 de julio de 2016

Viaje



“Ruega a los dioses que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas de verano
en que arribes con alegría y con gozo
a puertos que antes ignorabas.”

He pasado unos días de viaje con un buen amigo. La misma expresión “estar de viaje” implica que un viaje no es algo que perdure indefinidamente en el tiempo. De lo contrario, el viajero correría el riesgo de convertirse en vagabundo o en náufrago. Normalmente, los viajes suelen ser de ida y vuelta: periplos que, por su propia condición, se acaban, pero que conllevan la paradoja de perdurar en el alma y de dejar en ella su impronta, sin que ello presuponga que esa marca que dejan sea alegre o triste, positiva o negativa. Los viajes siempre nos cambian. No somos los mismos después de haber viajado. Es por ello que siempre tienen algo de iniciático aquellos que hacemos para cerrar una etapa y empezar otra. Cada persona debería marcarse un ritual para clausurar antiguos procesos que acaban y abrir nuevos proyectos que empiezan. Igual que en las corridas de toros suena el clarín para el cambio de tercio, en nuestras vidas debería de haber una especie de rito de paso que nos ayudara a tomar conciencia de que algo viejo termina  y algo nuevo comienza. Estos pequeños viajes que hacemos son una buena opción para ello, ya que en el fondo son etapas del viaje de la vida, que es un viaje interior, y cuyo principio y fin somos nosotros mismos. Nosotros mismos intentando, a través del autoconocimiento, cumplir el imperativo pindárico: “Llega a ser el que eres”.

Uno aprende a conocerse mejor a sí mismo cuando viaja, aunque sólo sea por unos días. Y me refiero al aspecto mental y espiritual, pero también al físico. El simple hecho de cambiar de dieta hace que podamos observar, si prestamos la suficiente atención sobre nosotros mismos, cómo reacciona nuestro organismo ante la presencia o ausencia de ciertos alimentos.

Cuando uno viaja imagina lo distinta que podría haber sido su vida de haber nacido en una de esas ciudades por las que pasea. Te cruzas por la calle con innumerables personas que no conoces, y entonces, al mirar sus rostros, piensas que, tal vez, muchas de ellas podrían haber sido tus conocidas, tus amigas, tus confidentes… De la misma manera, cuando ves a esas mujeres preciosas, sabes que, de haber nacido allí, algunas de ellas hubieran sido tus amantes; y una de ellas tu amor, la idea fija y la locura.

Se cae en la cuenta de la gente que no habrías conocido de haber vivido en un sitio distinto. Para empezar, los compañeros de trabajo y el trabajo mismo habrían sido otros. Se piensa, también, en esos pocos amigos especiales que regala la vida, que son cuatro o cinco y ni uno más, y a los cuales no habrías tenido la suerte de conocer en el caso de ser de otro lugar. La vida sería más difícil sin ellos, aunque hubiera otros cuatro o cinco en ese otro lugar que también lo fueran y que hicieran más fácil el camino. Y es que, conforme avanza la vida, uno se va dando cuenta de lo difícil que es haber encontrado un amigo de verdad: uno de esos pistoleros dispuestos a luchar a tu lado, a desenfundar el revólver al cruzar cualquier esquina y a jugarse el pellejo por ti, pase lo que pase y contra quien sea.

Todos nosotros seríamos otros, si cualquier aspecto de nuestra vida no hubiera acaecido o lo hubiera hecho de otra manera. Pero hay algo que no varía: seguiríamos buscando el sentido de todo acaecer y acontecer, intentando ser aquello que somos.

Por si alguien se lo está preguntando, las ciudades que he visitado durante mi viaje han sido Santiago de Compostela y Lisboa, aunque eso, quizá, sea lo de menos.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Nihilismo para un amante desesperado


Gira la rueda del retorno,
y no para, (y no puede parar),
y sube, y baja, y baja,
y no hay nada de nuevo en ese anillo.

El Sino ineluctable acecha en el camino.
La libertad es fantasmagoría;
la vida... un mirar en el abismo;
el amor... el salto que aniquila.

El Ser nunca fue más que la Nada.
El Todo resultó ser el No Ser.

                                                                                  Juan José Gómez Tornero


domingo, 1 de mayo de 2016

Nihilismo vespertino de domingo

"Ser-ahí significa estar sosteniéndose dentro de la nada." M. Heidegger

Domingo, seis de la tarde: una inmensa nada por delante. Pero...¿acaso puede ser la nada inmensa? Inmenso más bien debería de ser el todo; y, sin embargo, el todo limita con la nada, que quizá sea más inmensa que él.

Decía que son las seis de la tarde, y que es domingo. Ya he tomado el último café de la semana y me dirijo hacia mi casa. ¿Qué haré ahora? ¿En qué me entretendré? ¿Con qué mataré este tiempo muerto? ¿Cómo llenaré esta nada? ¿Acaso se puede llenar la nada? Supongo que no. Para llenarla tendría que ser algo. Además, ¿no habíamos quedado en que la nada era más inmensa que todo cuanto hay? Pero, si esto es así, a la nada, nada podría llenarla; ni tan siquiera el todo. Y ¿qué es el todo, si la nada lo abarca y tal vez lo incluye? 

Si me oyera mi profesor de metafísica, aparte de suspenderme, me diría con esa voz que pareciera existir sólo para ser irónica, que "la nada no es nada. No puede incluir al todo. El Ser es, y el no-ser, no es. No hay nada fuera del Ser". A lo que Heidegger podría responder que la nada es lo que hace posible que se manifieste lo que es.

En fin, supongo que llegaré a mi casa y oiré algo de música o leeré alguna página de algún libro, seguramente de Nietzsche. Al fin y al cabo es el mejor autor para intentar superar este nihilismo vespertino de domingo. Pero, aún así, tengo la sensación de que por muchas cosas que haga para no verme definitivamente catapultado al vacío, siempre quedará ese hueco irredento en el alma que nada podrá llenar. Y es que ni se puede, ni se debe huir del vacío, pues es donde se nos desvela el sentido de nuestra existencia.

De momento me he detenido, y con la brisa suave de la tarde me ha llegado esa inconfundible sensación de angustia, de estrechura. He tenido la sensación de que el mundo estaba pleno y de que a mi tan solo me esperaba la nada. Y mi garganta se ha hecho nudo; y el camino hasta mi casa se ha hecho largo.

domingo, 20 de marzo de 2016

Domingo de Ramos II


"Llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios 
grandes voces, por todos los milagros que habían visto. 
Decían:
¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!
Paz en la tierra y Hosanna en las alturas.
Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente,
le dijeron: -Maestro, reprende a tus discípulos.-
Él les respondió: 
-En verdad, en verdad os digo 
que si éstos callan, gritarán las piedras.-"
Lc. 19, 37-40

Paso de "La Burrica" de Cieza (Murcia) - Fotografía de Manuel Carpio
Un año más vuelve a ser Domingo de Ramos. Y menudo Domingo de Ramos. Hacía tiempo que no se dejaba caer uno tan bueno. Sol, aire tibio, aroma a flores, palmas frescas, 18 grados aproximadamente, y la vida en las calles. Gente que va y que viene con su palma, con su traje de chaqueta, con su túnica; gente que aparca los problemas por una semana y se lanza a la calle a disfrutar de la primavera y del buen tiempo. Personas que hace años que no se ven y que de repente se reencuentran, se saludan, se abrazan, se besan, se entusiasman... ¿Quién sabe? Tal vez regrese en estos días algún amor perdido. En Cieza, durante la Semana Santa, cualquier cosa es posible. Y es que la música en las calles, el aire que viene de la huerta con perfume de azahar, los pasodobles y marchas procesionales tras de un trono, el clima propicio que llama a la vida, y el sentirse uno de su pueblo como en ningún otro momento del año, hacen que reine un orgullo que se palpa, que dé gusto estar en Cieza, y que uno esté abierto a que vuelva cualquier cosa. Al fin y al cabo, qué es la Semana Santa si no un "perpetuo volver" año tras año, cual las nubes de Azorín, "siempre las mismas y siempre distintas", mas siempre en retorno perdurable.

Yo, como si la partitura marcara coda, y también mi alma fuera un perpetuo ritornello, no consigo separarme de mis tópicos. Siempre que pregono la Semana Santa hablo de amor, de música, de flores, de Azorín, de eterno retorno, de abrazos y achuchones en las calles, de parejas que se aman y que hacen recordar al alma dormida... Todo ello habría que enfatizarlo más, si cabe, gritando: ¡Carpe diem, tempus fugit, vita brevis! Porque aún más breve que la vida y más fugaz que el tiempo es la felicidad, que no dura un suspiro. Hay que pillarla al vuelo y disfrutarla mientras nos acompañe siempre huidiza.

Esta tarde, después de comer, he cogido el coche y me he ido a dar una vuelta por la huerta, el incensario ciezano. Y, si bien el tiempo no era tan esplendido como esta mañana, la vida estaba en el campo, igual que en la ciudad: estaba en los almendros, en los olivos y en los sauces, en los frutales en flor a la orilla del río... Soy testigo. Y es que durante la Semana Santa es la vida la protagonista y no la muerte. "¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde tu aguijón?" Es, pues, la vida en abundancia lo que importa. Y, aunque hubiere de venir la vida eterna, "coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto", por si acaso. Yo por aplicarme esta receta, esta semana me dejo la oposición que estoy preparando y voy a refrescar la garganta tomándome unas buenas cervezas con habas, olivas y boquerones. Y después... ¡Que la Magdalena me guíe!

¡Saludos a todos, y que paséis felices fiestas!



domingo, 28 de febrero de 2016

Hasta luego


Esta semana ha sido una semana de despedidas. Se han ido dos viejos amigos. El primero era un viejo amigo por la edad que tenía. Con 92 años, nos ha dejado. Yo tuve la suerte de ser su amigo tan sólo unos tres años, pero siempre hubo entre nosotros cortesía, respeto y buenas conversaciones. Es lo malo que tiene tener viejos amigos: que se marchan pronto. En fin: se te echará de menos, Juan María. Hasta luego, amigo.

El otro viejo amigo que se ha ido, es mi mejor amigo, un hermano que me ha dado la vida. Javier. Éste no se ha ido tan lejos como el otro, pero casi. Se ha marchado al otro extremo del mundo, a Lima. Allí intentará vivir su vida, su vocación y su aventura. Que seas feliz, amigo. En dos años volveremos a nuestros paseos vespertinos por el Picarcho al sol de media tarde, y a hablar de lo humano y lo divino, mientras intentamos afinar nuestras mentes para contemplar lo que para otros está velado. Verás que pasarán volando. Gracias por tu amistad y compañía.


Audio

domingo, 29 de marzo de 2015

Domingo de Ramos


Hoy es Domingo de Ramos. La Semana Santa ha comenzado en Cieza con el tradicional desfile de La Burrica. Palmas, túnicas, música y olor a flores han inundado esta mañana la ciudad. Todas estas cosas hacen que el pasado vuelva intensamente a la memoria. Soy de los que piensan que en Semana Santa cualquier cosa puede evocar sensaciones, recuerdos, anhelos, sentimientos... Los tronos por la calle, la música, el aroma, y la gente ilusionada pueden hacernos recordar el amor y la alegría, o la esperanza de alcanzarlos, o su pérdida. Pueden hacernos añorar a los que un día fueron parte de estos desfiles procesionales y que hoy ya no están entre nosotros. Y pueden hacernos mirar hacia el futuro sabiendo que el día que nosotros, no sabemos cuándo, ya no estemos aquí para arrimar el hombro, otros vendrán a sustituirnos con la misma ilusión y alegría con la que hoy nosotros hacemos el relevo a los que nos precedieron. La Semana Santa nos demuestra que Azorín tenía razón cuando, en alusión al “eterno retorno” nietzscheano, decía que "Vivir es ver volver. Es ver volver todo en un retorno perdurable, eterno; ver volver todo –angustias, alegrías, esperanzas– como esas nubes que son siempre distintas y siempre las mismas, como esas nubes fugaces e inmutables.”

Y hablando del retorno inmutable de lo fugaz, centremos nuestra mirada en esos chicos y chicas de 14 ó 15 años que se acercan a contemplar los desfiles mientras estrenan amores, ya que pueden hacernos comprender, en ese primer amor de su inocencia, por qué siempre que llega la Semana Santa, uno se emociona, mira hacia el pasado, y recuerda. También ellos, quieran o no, ya siempre recordaran la Semana Santa y la llevarán grabada en su corazón. Y un día, con el paso del tiempo, descubrirán el porqué. Ya entrados en años, evocarán esos amores de primavera que ahora disfrutan por primera vez, cuando el aire huela a flores y suene La Tuna Pasa, La Cortesía o Los Dormis al pasar de La Burrica, en este pueblo que bien llamado fue “Perla del Segura”. Recordarán también, durante los días siguientes al Domingo de Ramos, cuándo y cómo perdieron esos amores, y lo harán cuando en la Procesión del Silencio escuchen Air de Bach o el Adagio en Sol menor de Albinoni; o cuando las bandas toquen Adoración, Mater mea o Semana Santa Ciezana al paso del Santo Cristo del Consuelo, del Ecce Homo o del Stmo. Cristo del Perdón. Y es que, debido al camino recorrido por cada uno de nosotros  –que puede ser religioso, cultural, amoroso, musical o de cualquier otra índole– la Semana Santa mueve nuestros afectos, y, al fin y al cabo, esto es lo que cuenta.


Miren, si no han tenido bastante con los jóvenes, a uno de esos viejos que contemplan, con la mirada nublada por los años, un Cristo en andas. Y si son buenos escrutando sentimientos y miradas, podrán ver en la suya, si amó mucho o sufrió mucho, si tuvo alguna pérdida irreparable en su vida, o si da gracias a Dios por algo que sólo él sabe y que ahora recuerda. Sin embargo, lo verdaderamente importante no es el viejo o su recuerdo –que también– sino lo universal de su sentimiento que a todos y a cada uno nos alcanza. La conclusión de que no somos tan distintos ni en el amar ni en el sufrir, y, quizá, tampoco en el vivir, de aquel Galileo que, según dicen, dio su vida por amor.
 
"Recuerde el alma dormida
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
fue mejor."

domingo, 22 de marzo de 2015

Presentación


Hola amigos, mi nombre es Juanjo, y de ahora en adelante me he propuesto abrir una pequeña ventana en el ciberespacio. Lo haré a través de este blog al que le he dado el nombre de "Los caminos inciertos". Lo he llamado así porque éste intentará ser un blog de opiniones y experiencias propias, y mi experiencia me indica que a pesar de que en multitud de ocasiones (lo cual está bien) nos marcamos metas y objetivos para nuestra vida, lo cierto es que ignoramos la fortuna de nuestros pasos. “¿Adónde el camino irá?”, que decía Machado. Uno controla sus actos, pero no las consecuencias de los mismos. Aun así, hay que seguir trabajando por prosperar, por avanzar, por descubrir... No puede uno quedarse parado. Y mucho menos quedarse sin objetivos. Hay que seguir caminando, pues “al andar se hace camino”, a pesar del riesgo y la incertidumbre. ¡Qué insulsa sería la vida sin estos dos factores! ¡Qué poca ganancia aguarda al que no se mueve porque no acepta el riesgo de sus pasos! Comience, pues, la singladura, aun siendo ésta con destino incierto.

Sin embargo, y aun a pesar de tan sustancial comienzo, os estaréis preguntando que a cuento de qué salgo yo a la palestra a daros la tabarra. Pues, en realidad, ni yo mismo lo sé. Supongo que escribir es una buena forma de sacar lo que se lleva dentro y de llenarse al mismo tiempo. Así, podré ser notario de mi propia visión del mundo y de la vida, ya que uno escribe sobre lo que le importa. Y nos suele importar lo que nos marca. Asimismo, creo que conoceré a alguna persona que me aportará sabiduría y experiencias, como ya me sucedió en una anterior etapa que tuve como bloguero. Al fin y al cabo, uno siempre escribe con la esperanza de que alguien lo lea. Eso de “yo escribo para mí” es un tópico, además de una gran mentira, independientemente de que el simple hecho de escribir ya pueda resultar una satisfacción en sí mismo.

Y bueno, supongo que ahora debería deciros de qué voy a hablar en mis entradas, si es que no lo he hecho ya. Vaya por delante que, hace ya algunos años, estudié filosofía; pero intentaré escribir sobre cualquier cosa que se me vaya ocurriendo al paso, aunque no tenga nada que ver con ésta. Claro, que eso también es un decir, porque la filosofía con todo tiene que ver, aunque cada vez parezca que pinta menos. La filosofía siempre ha buscado el fundamento y las causas de todas las cosas, y todas las cosas encuentran, si es que esto es posible, su fundamento epistemológico último en el saber filosófico. En consecuencia, si pretendemos entender algo, lo que sea, antes o después acabaremos topándonos con la filosofía como última puerta hacia la comprensión. Y es que, quien renuncia a la, bien llamada, “Ciencia de las ciencias”, renuncia a entender. Además, la conocida como filosofía primera o metafísica, es aquella que estudia el Ser en tanto que es, o todo lo que existe en tanto que existe, esto es, la filosofía primera se hace preguntas acerca de la existencia en general, se cuestiona e intenta responder acerca de las causas y principios de todo cuanto existe, intenta comprender la existencia misma, el Ser en sí; intenta dar respuesta a la pregunta heideggeriana de “¿por qué existe algo y no más bien nada?”. Luego si la filosofía intenta comprender todo lo que existe en tanto que existe, entonces con todo tiene que ver. Incluso con la economía y los mercados financieros, de los cuales también me he vuelto un apasionado en los últimos años, y de los que posiblemente también hable en este blog.

He de decir que uno de los objetivos de mis entradas será no forzar lo que escriba. Elaboraré estos artículos según me vayan surgiendo, aunque intentaré publicar cada semana o cada quince días. No obstante, si alguna vez estoy falto de ideas o no tengo tiempo, pues sencillamente no escribiré, o aumentarán los intervalos entre entrada y entrada. Actualmente estoy estudiando a distancia, así como trabajando a jornada completa y echando alguna hora extra, por lo que el tiempo del que dispongo es bastante limitado.

Y dicho esto, ya sólo me queda cerrar este escrito, aunque no sé muy bien cómo, ya que, para mí, siempre han sido un problema los finales, los finales de cualquier cosa. Más metafísico que escatológico, aún no sé cómo hay quien sabe terminar y terminar a tiempo.