"Y pues V.M. escribe se le escriba y relate el caso por muy extenso, parescióme no tomalle por el medio, sino por el principio, porque se tenga entera noticia de mi persona; y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto."

El Lazarillo de Tormes

domingo, 20 de marzo de 2016

Domingo de Ramos II


"Llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios 
grandes voces, por todos los milagros que habían visto. 
Decían:
¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!
Paz en la tierra y Hosanna en las alturas.
Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente,
le dijeron: -Maestro, reprende a tus discípulos.-
Él les respondió: 
-En verdad, en verdad os digo 
que si éstos callan, gritarán las piedras.-"
Lc. 19, 37-40

Paso de "La Burrica" de Cieza (Murcia) - Fotografía de Manuel Carpio
Un año más vuelve a ser Domingo de Ramos. Y menudo Domingo de Ramos. Hacía tiempo que no se dejaba caer uno tan bueno. Sol, aire tibio, aroma a flores, palmas frescas, 18 grados aproximadamente, y la vida en las calles. Gente que va y que viene con su palma, con su traje de chaqueta, con su túnica; gente que aparca los problemas por una semana y se lanza a la calle a disfrutar de la primavera y del buen tiempo. Personas que hace años que no se ven y que de repente se reencuentran, se saludan, se abrazan, se besan, se entusiasman... ¿Quién sabe? Tal vez regrese en estos días algún amor perdido. En Cieza, durante la Semana Santa, cualquier cosa es posible. Y es que la música en las calles, el aire que viene de la huerta con perfume de azahar, los pasodobles y marchas procesionales tras de un trono, el clima propicio que llama a la vida, y el sentirse uno de su pueblo como en ningún otro momento del año, hacen que reine un orgullo que se palpa, que dé gusto estar en Cieza, y que uno esté abierto a que vuelva cualquier cosa. Al fin y al cabo, qué es la Semana Santa si no un "perpetuo volver" año tras año, cual las nubes de Azorín, "siempre las mismas y siempre distintas", mas siempre en retorno perdurable.

Yo, como si la partitura marcara coda, y también mi alma fuera un perpetuo ritornello, no consigo separarme de mis tópicos. Siempre que pregono la Semana Santa hablo de amor, de música, de flores, de Azorín, de eterno retorno, de abrazos y achuchones en las calles, de parejas que se aman y que hacen recordar al alma dormida... Todo ello habría que enfatizarlo más, si cabe, gritando: ¡Carpe diem, tempus fugit, vita brevis! Porque aún más breve que la vida y más fugaz que el tiempo es la felicidad, que no dura un suspiro. Hay que pillarla al vuelo y disfrutarla mientras nos acompañe siempre huidiza.

Esta tarde, después de comer, he cogido el coche y me he ido a dar una vuelta por la huerta, el incensario ciezano. Y, si bien el tiempo no era tan esplendido como esta mañana, la vida estaba en el campo, igual que en la ciudad: estaba en los almendros, en los olivos y en los sauces, en los frutales en flor a la orilla del río... Soy testigo. Y es que durante la Semana Santa es la vida la protagonista y no la muerte. "¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde tu aguijón?" Es, pues, la vida en abundancia lo que importa. Y, aunque hubiere de venir la vida eterna, "coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto", por si acaso. Yo por aplicarme esta receta, esta semana me dejo la oposición que estoy preparando y voy a refrescar la garganta tomándome unas buenas cervezas con habas, olivas y boquerones. Y después... ¡Que la Magdalena me guíe!

¡Saludos a todos, y que paséis felices fiestas!



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