"Y pues V.M. escribe se le escriba y relate el caso por muy extenso, parescióme no tomalle por el medio, sino por el principio, porque se tenga entera noticia de mi persona; y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto."

El Lazarillo de Tormes

domingo, 29 de marzo de 2015

Domingo de Ramos


Hoy es Domingo de Ramos. La Semana Santa ha comenzado en Cieza con el tradicional desfile de La Burrica. Palmas, túnicas, música y olor a flores han inundado esta mañana la ciudad. Todas estas cosas hacen que el pasado vuelva intensamente a la memoria. Soy de los que piensan que en Semana Santa cualquier cosa puede evocar sensaciones, recuerdos, anhelos, sentimientos... Los tronos por la calle, la música, el aroma, y la gente ilusionada pueden hacernos recordar el amor y la alegría, o la esperanza de alcanzarlos, o su pérdida. Pueden hacernos añorar a los que un día fueron parte de estos desfiles procesionales y que hoy ya no están entre nosotros. Y pueden hacernos mirar hacia el futuro sabiendo que el día que nosotros, no sabemos cuándo, ya no estemos aquí para arrimar el hombro, otros vendrán a sustituirnos con la misma ilusión y alegría con la que hoy nosotros hacemos el relevo a los que nos precedieron. La Semana Santa nos demuestra que Azorín tenía razón cuando, en alusión al “eterno retorno” nietzscheano, decía que "Vivir es ver volver. Es ver volver todo en un retorno perdurable, eterno; ver volver todo –angustias, alegrías, esperanzas– como esas nubes que son siempre distintas y siempre las mismas, como esas nubes fugaces e inmutables.”

Y hablando del retorno inmutable de lo fugaz, centremos nuestra mirada en esos chicos y chicas de 14 ó 15 años que se acercan a contemplar los desfiles mientras estrenan amores, ya que pueden hacernos comprender, en ese primer amor de su inocencia, por qué siempre que llega la Semana Santa, uno se emociona, mira hacia el pasado, y recuerda. También ellos, quieran o no, ya siempre recordaran la Semana Santa y la llevarán grabada en su corazón. Y un día, con el paso del tiempo, descubrirán el porqué. Ya entrados en años, evocarán esos amores de primavera que ahora disfrutan por primera vez, cuando el aire huela a flores y suene La Tuna Pasa, La Cortesía o Los Dormis al pasar de La Burrica, en este pueblo que bien llamado fue “Perla del Segura”. Recordarán también, durante los días siguientes al Domingo de Ramos, cuándo y cómo perdieron esos amores, y lo harán cuando en la Procesión del Silencio escuchen Air de Bach o el Adagio en Sol menor de Albinoni; o cuando las bandas toquen Adoración, Mater mea o Semana Santa Ciezana al paso del Santo Cristo del Consuelo, del Ecce Homo o del Stmo. Cristo del Perdón. Y es que, debido al camino recorrido por cada uno de nosotros  –que puede ser religioso, cultural, amoroso, musical o de cualquier otra índole– la Semana Santa mueve nuestros afectos, y, al fin y al cabo, esto es lo que cuenta.


Miren, si no han tenido bastante con los jóvenes, a uno de esos viejos que contemplan, con la mirada nublada por los años, un Cristo en andas. Y si son buenos escrutando sentimientos y miradas, podrán ver en la suya, si amó mucho o sufrió mucho, si tuvo alguna pérdida irreparable en su vida, o si da gracias a Dios por algo que sólo él sabe y que ahora recuerda. Sin embargo, lo verdaderamente importante no es el viejo o su recuerdo –que también– sino lo universal de su sentimiento que a todos y a cada uno nos alcanza. La conclusión de que no somos tan distintos ni en el amar ni en el sufrir, y, quizá, tampoco en el vivir, de aquel Galileo que, según dicen, dio su vida por amor.
 
"Recuerde el alma dormida
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
fue mejor."

domingo, 22 de marzo de 2015

Presentación


Hola amigos, mi nombre es Juanjo, y de ahora en adelante me he propuesto abrir una pequeña ventana en el ciberespacio. Lo haré a través de este blog al que le he dado el nombre de "Los caminos inciertos". Lo he llamado así porque éste intentará ser un blog de opiniones y experiencias propias, y mi experiencia me indica que a pesar de que en multitud de ocasiones (lo cual está bien) nos marcamos metas y objetivos para nuestra vida, lo cierto es que ignoramos la fortuna de nuestros pasos. “¿Adónde el camino irá?”, que decía Machado. Uno controla sus actos, pero no las consecuencias de los mismos. Aun así, hay que seguir trabajando por prosperar, por avanzar, por descubrir... No puede uno quedarse parado. Y mucho menos quedarse sin objetivos. Hay que seguir caminando, pues “al andar se hace camino”, a pesar del riesgo y la incertidumbre. ¡Qué insulsa sería la vida sin estos dos factores! ¡Qué poca ganancia aguarda al que no se mueve porque no acepta el riesgo de sus pasos! Comience, pues, la singladura, aun siendo ésta con destino incierto.

Sin embargo, y aun a pesar de tan sustancial comienzo, os estaréis preguntando que a cuento de qué salgo yo a la palestra a daros la tabarra. Pues, en realidad, ni yo mismo lo sé. Supongo que escribir es una buena forma de sacar lo que se lleva dentro y de llenarse al mismo tiempo. Así, podré ser notario de mi propia visión del mundo y de la vida, ya que uno escribe sobre lo que le importa. Y nos suele importar lo que nos marca. Asimismo, creo que conoceré a alguna persona que me aportará sabiduría y experiencias, como ya me sucedió en una anterior etapa que tuve como bloguero. Al fin y al cabo, uno siempre escribe con la esperanza de que alguien lo lea. Eso de “yo escribo para mí” es un tópico, además de una gran mentira, independientemente de que el simple hecho de escribir ya pueda resultar una satisfacción en sí mismo.

Y bueno, supongo que ahora debería deciros de qué voy a hablar en mis entradas, si es que no lo he hecho ya. Vaya por delante que, hace ya algunos años, estudié filosofía; pero intentaré escribir sobre cualquier cosa que se me vaya ocurriendo al paso, aunque no tenga nada que ver con ésta. Claro, que eso también es un decir, porque la filosofía con todo tiene que ver, aunque cada vez parezca que pinta menos. La filosofía siempre ha buscado el fundamento y las causas de todas las cosas, y todas las cosas encuentran, si es que esto es posible, su fundamento epistemológico último en el saber filosófico. En consecuencia, si pretendemos entender algo, lo que sea, antes o después acabaremos topándonos con la filosofía como última puerta hacia la comprensión. Y es que, quien renuncia a la, bien llamada, “Ciencia de las ciencias”, renuncia a entender. Además, la conocida como filosofía primera o metafísica, es aquella que estudia el Ser en tanto que es, o todo lo que existe en tanto que existe, esto es, la filosofía primera se hace preguntas acerca de la existencia en general, se cuestiona e intenta responder acerca de las causas y principios de todo cuanto existe, intenta comprender la existencia misma, el Ser en sí; intenta dar respuesta a la pregunta heideggeriana de “¿por qué existe algo y no más bien nada?”. Luego si la filosofía intenta comprender todo lo que existe en tanto que existe, entonces con todo tiene que ver. Incluso con la economía y los mercados financieros, de los cuales también me he vuelto un apasionado en los últimos años, y de los que posiblemente también hable en este blog.

He de decir que uno de los objetivos de mis entradas será no forzar lo que escriba. Elaboraré estos artículos según me vayan surgiendo, aunque intentaré publicar cada semana o cada quince días. No obstante, si alguna vez estoy falto de ideas o no tengo tiempo, pues sencillamente no escribiré, o aumentarán los intervalos entre entrada y entrada. Actualmente estoy estudiando a distancia, así como trabajando a jornada completa y echando alguna hora extra, por lo que el tiempo del que dispongo es bastante limitado.

Y dicho esto, ya sólo me queda cerrar este escrito, aunque no sé muy bien cómo, ya que, para mí, siempre han sido un problema los finales, los finales de cualquier cosa. Más metafísico que escatológico, aún no sé cómo hay quien sabe terminar y terminar a tiempo.