Era una playa amplia y poco visitada. Kilómetros de arena y soledad. Al subir la marea las olas llegaban cargadas de espuma y arrastraban docenas de estrellas de mar. El sol en la mañana y la luna en la noche hacían brillar a las pobres estrellas varadas en la arena. Un hombre caminaba todos los días por la playa y contemplaba con tristeza la escena. Ese día vio también un niño que iba recogiendo estrellas y las devolvía al océano:
- ¿Por qué haces eso? -le preguntó.
- Ha bajado la marea, el sol brilla con fuerza, y, si estas estrellas se quedan aquí, se secarán y morirán.
- Hay miles de kilómetros de playa repartidos por todo el mundo. Hay cientos de miles de estrellas por todas esas playas. Y tú, aquí, te dedicas a devolver al océano unas pocas. No creo que esto influya mucho. ¿Qué importancia puede tener?
El niño miró al hombre, recogió otra estrella y la arrojó al mar y le dijo:
-Para esta sí tiene importancia.
Al día siguiente, el hombre y el niño, juntos, se pusieron a devolver estrellas al océano. El sol seguía calentando en el cielo azul, el mar rompía en la playa llenando con su sonido la soledad y algunas estrellas volvieron a encontrarse con la vida.
No sé quién escribió este cuento, ni cuándo decidí copiarlo. Sólo sé que he encontrado el texto en un word que tenía en alguna carpeta perdida del ordenador, y me gusta para compartirlo con vosotros. Espero sea de vuestro agrado y os deseo una Feliz Navidad.
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No sé quién escribió este cuento, ni cuándo decidí copiarlo. Sólo sé que he encontrado el texto en un word que tenía en alguna carpeta perdida del ordenador, y me gusta para compartirlo con vosotros. Espero sea de vuestro agrado y os deseo una Feliz Navidad.