"Y pues V.M. escribe se le escriba y relate el caso por muy extenso, parescióme no tomalle por el medio, sino por el principio, porque se tenga entera noticia de mi persona; y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto."

El Lazarillo de Tormes

viernes, 23 de diciembre de 2016

Cuento de Navidad


Era una playa amplia y poco visitada. Kilómetros de arena y soledad. Al subir la marea las olas llegaban cargadas de espuma y arrastraban docenas de estrellas de mar. El sol en la mañana y la luna en la noche hacían brillar a las pobres estrellas varadas en la arena. Un hombre caminaba todos los días por la playa y contemplaba con tristeza la escena. Ese día vio también un niño que iba recogiendo estrellas y las devolvía al océano:

- ¿Por qué haces eso? -le preguntó.
- Ha bajado la marea, el sol brilla con fuerza, y, si estas estrellas se quedan aquí, se secarán y morirán.
- Hay miles de kilómetros de playa repartidos por todo el mundo. Hay cientos de miles de estrellas por todas esas playas. Y tú, aquí, te dedicas a devolver al océano unas pocas. No creo que esto influya mucho. ¿Qué importancia puede tener?

El niño miró al hombre, recogió otra estrella y la arrojó al mar y le dijo:

-Para esta sí tiene importancia.

Al día siguiente, el hombre y el niño, juntos, se pusieron a devolver estrellas al océano. El sol seguía calentando en el cielo azul, el mar rompía en la playa llenando con su sonido la soledad y algunas estrellas volvieron a encontrarse con la vida.

*

No sé quién escribió este cuento, ni cuándo decidí copiarlo. Sólo sé que he encontrado el texto en un word que tenía en alguna carpeta perdida del ordenador, y me gusta para compartirlo con vosotros. Espero sea de vuestro agrado y os deseo una Feliz Navidad.

viernes, 23 de septiembre de 2016

Es tan corto el amor...


Amores misteriosos, de ojos negros, de sudor, de agua de mar. 
Amores de cuerpos calientes y arena; de besos con sabor a sal. 
Amores que van, que vienen, que vuelan; se esfuman. 
Cortos amores de verano; y olvidos: largos olvidos.

martes, 16 de agosto de 2016

Presagios de otoño


Se oye el rumor de las gotas caer:
lluvia tranquila de agosto. 
Miro por la ventana
y veo la calle vacía.
El agua trae calma y todo lo empapa.

Mi corazón también se inunda:
la lluvia le trae un rumor de nostalgia,
y de la soledad, la certeza.

Un presagio de otoño me acecha:
sin ti habré de estar cuando caigan las hojas,
cuando las noches largas devoren el alma y el mundo aparezca
como una vieja iglesia en la que el viento y el rayo amenazan las ruinas.

Todo lo explicará tu ausencia:
como si fuera algo.

                                                                                             Juan José Gómez Tornero


jueves, 4 de agosto de 2016

Consecuencias de tu presencia o ausencia


Cuando tú estás a mi lado, todo lo demás no importa, porque tú estás a mi lado.

Cuando tú no estás a mi lado, todo lo demás no importa, porque tú no estás a mi lado.

Conclusión: sólo tú importas; nada más importa.



domingo, 24 de julio de 2016

Viaje



“Ruega a los dioses que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas de verano
en que arribes con alegría y con gozo
a puertos que antes ignorabas.”

He pasado unos días de viaje con un buen amigo. La misma expresión “estar de viaje” implica que un viaje no es algo que perdure indefinidamente en el tiempo. De lo contrario, el viajero correría el riesgo de convertirse en vagabundo o en náufrago. Normalmente, los viajes suelen ser de ida y vuelta: periplos que, por su propia condición, se acaban, pero que conllevan la paradoja de perdurar en el alma y de dejar en ella su impronta, sin que ello presuponga que esa marca que dejan sea alegre o triste, positiva o negativa. Los viajes siempre nos cambian. No somos los mismos después de haber viajado. Es por ello que siempre tienen algo de iniciático aquellos que hacemos para cerrar una etapa y empezar otra. Cada persona debería marcarse un ritual para clausurar antiguos procesos que acaban y abrir nuevos proyectos que empiezan. Igual que en las corridas de toros suena el clarín para el cambio de tercio, en nuestras vidas debería de haber una especie de rito de paso que nos ayudara a tomar conciencia de que algo viejo termina  y algo nuevo comienza. Estos pequeños viajes que hacemos son una buena opción para ello, ya que en el fondo son etapas del viaje de la vida, que es un viaje interior, y cuyo principio y fin somos nosotros mismos. Nosotros mismos intentando, a través del autoconocimiento, cumplir el imperativo pindárico: “Llega a ser el que eres”.

Uno aprende a conocerse mejor a sí mismo cuando viaja, aunque sólo sea por unos días. Y me refiero al aspecto mental y espiritual, pero también al físico. El simple hecho de cambiar de dieta hace que podamos observar, si prestamos la suficiente atención sobre nosotros mismos, cómo reacciona nuestro organismo ante la presencia o ausencia de ciertos alimentos.

Cuando uno viaja imagina lo distinta que podría haber sido su vida de haber nacido en una de esas ciudades por las que pasea. Te cruzas por la calle con innumerables personas que no conoces, y entonces, al mirar sus rostros, piensas que, tal vez, muchas de ellas podrían haber sido tus conocidas, tus amigas, tus confidentes… De la misma manera, cuando ves a esas mujeres preciosas, sabes que, de haber nacido allí, algunas de ellas hubieran sido tus amantes; y una de ellas tu amor, la idea fija y la locura.

Se cae en la cuenta de la gente que no habrías conocido de haber vivido en un sitio distinto. Para empezar, los compañeros de trabajo y el trabajo mismo habrían sido otros. Se piensa, también, en esos pocos amigos especiales que regala la vida, que son cuatro o cinco y ni uno más, y a los cuales no habrías tenido la suerte de conocer en el caso de ser de otro lugar. La vida sería más difícil sin ellos, aunque hubiera otros cuatro o cinco en ese otro lugar que también lo fueran y que hicieran más fácil el camino. Y es que, conforme avanza la vida, uno se va dando cuenta de lo difícil que es haber encontrado un amigo de verdad: uno de esos pistoleros dispuestos a luchar a tu lado, a desenfundar el revólver al cruzar cualquier esquina y a jugarse el pellejo por ti, pase lo que pase y contra quien sea.

Todos nosotros seríamos otros, si cualquier aspecto de nuestra vida no hubiera acaecido o lo hubiera hecho de otra manera. Pero hay algo que no varía: seguiríamos buscando el sentido de todo acaecer y acontecer, intentando ser aquello que somos.

Por si alguien se lo está preguntando, las ciudades que he visitado durante mi viaje han sido Santiago de Compostela y Lisboa, aunque eso, quizá, sea lo de menos.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Nihilismo para un amante desesperado


Gira la rueda del retorno,
y no para, (y no puede parar),
y sube, y baja, y baja,
y no hay nada de nuevo en ese anillo.

El Sino ineluctable acecha en el camino.
La libertad es fantasmagoría;
la vida... un mirar en el abismo;
el amor... el salto que aniquila.

El Ser nunca fue más que la Nada.
El Todo resultó ser el No Ser.

                                                                                  Juan José Gómez Tornero


lunes, 9 de mayo de 2016

A ti...



A ti, rígida y vieja
que aguantas el vaivén de los vientos,
que impertérrita desafías al huracán;
cuánto daría por parecerme a ti,
por ser enhiesto y firme como tú.

Cómo quisiera, a través de los siglos,
a través de mil eras, enfrentarme a ella,
sin caer de rodillas suplicante,
sin desear más un beso de su boca.

Cuánto gustara yo de ser como tú, montaña,
que no conoces,
que no sientes dolor,
que eres muda, inerte, fría... y eterna.


                                                                                                                    Juan José Gómez Tornero

domingo, 1 de mayo de 2016

Nihilismo vespertino de domingo

"Ser-ahí significa estar sosteniéndose dentro de la nada." M. Heidegger

Domingo, seis de la tarde: una inmensa nada por delante. Pero...¿acaso puede ser la nada inmensa? Inmenso más bien debería de ser el todo; y, sin embargo, el todo limita con la nada, que quizá sea más inmensa que él.

Decía que son las seis de la tarde, y que es domingo. Ya he tomado el último café de la semana y me dirijo hacia mi casa. ¿Qué haré ahora? ¿En qué me entretendré? ¿Con qué mataré este tiempo muerto? ¿Cómo llenaré esta nada? ¿Acaso se puede llenar la nada? Supongo que no. Para llenarla tendría que ser algo. Además, ¿no habíamos quedado en que la nada era más inmensa que todo cuanto hay? Pero, si esto es así, a la nada, nada podría llenarla; ni tan siquiera el todo. Y ¿qué es el todo, si la nada lo abarca y tal vez lo incluye? 

Si me oyera mi profesor de metafísica, aparte de suspenderme, me diría con esa voz que pareciera existir sólo para ser irónica, que "la nada no es nada. No puede incluir al todo. El Ser es, y el no-ser, no es. No hay nada fuera del Ser". A lo que Heidegger podría responder que la nada es lo que hace posible que se manifieste lo que es.

En fin, supongo que llegaré a mi casa y oiré algo de música o leeré alguna página de algún libro, seguramente de Nietzsche. Al fin y al cabo es el mejor autor para intentar superar este nihilismo vespertino de domingo. Pero, aún así, tengo la sensación de que por muchas cosas que haga para no verme definitivamente catapultado al vacío, siempre quedará ese hueco irredento en el alma que nada podrá llenar. Y es que ni se puede, ni se debe huir del vacío, pues es donde se nos desvela el sentido de nuestra existencia.

De momento me he detenido, y con la brisa suave de la tarde me ha llegado esa inconfundible sensación de angustia, de estrechura. He tenido la sensación de que el mundo estaba pleno y de que a mi tan solo me esperaba la nada. Y mi garganta se ha hecho nudo; y el camino hasta mi casa se ha hecho largo.

domingo, 17 de abril de 2016

Una tarde de primavera

Obra de Vladimir Volegov. 

Volegov es un artista ruso cuyo leitmotiv es la mujer. A ella Recurre una y otra vez con el fin 
de plasmar la belleza en su obra. Quizá convencido de que es la mejor manera de hacerlo. 

"Mientras exista una mujer hermosa
habrá poesía."

Todo pasó una tarde de primavera. Ella estaba ahí, de pie, preciosa, y con su larga melena rizada oscilando al compás armonioso de la brisa tibia que hacía agradable aquella hora luminosa. Tuve en ese instante la sensación de estar entero, de estar completo... Sentí que al mundo no le faltaba nada para ser perfecto; que todo era armonioso, estable, eterno...

Me contenté tan solo con mirarla, y absorto me extasiaba contemplando su belleza. Deseé que nada cambiara, que aquel encantamiento permaneciera imperturbable para siempre.

Todavía evoco la sensación de aquel momento cada vez que recuerdo aquella tarde; aquella tarde que inundó de paz mi alma.

Son amores que duran un segundo, un minuto, tal vez; pero... qué plenos..., qué bellos... Nos regalan la eternidad por un instante.

Quién pudiera enamorarse cada día como aquella hermosa tarde de abril... Quién pudiera volver a enamorarse a cada instante de aquella preciosa muchacha que hizo, sin saberlo, mi vida más liviana... Todo giraba en torno a ella, mientras mi ser permanecía tranquilo gravitando alrededor del universo infinito de su belleza.

No dije nada. Tampoco era preciso hacerlo. Bastaba el silencio para aquel amor.


Audio

domingo, 20 de marzo de 2016

Domingo de Ramos II


"Llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios 
grandes voces, por todos los milagros que habían visto. 
Decían:
¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!
Paz en la tierra y Hosanna en las alturas.
Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente,
le dijeron: -Maestro, reprende a tus discípulos.-
Él les respondió: 
-En verdad, en verdad os digo 
que si éstos callan, gritarán las piedras.-"
Lc. 19, 37-40

Paso de "La Burrica" de Cieza (Murcia) - Fotografía de Manuel Carpio
Un año más vuelve a ser Domingo de Ramos. Y menudo Domingo de Ramos. Hacía tiempo que no se dejaba caer uno tan bueno. Sol, aire tibio, aroma a flores, palmas frescas, 18 grados aproximadamente, y la vida en las calles. Gente que va y que viene con su palma, con su traje de chaqueta, con su túnica; gente que aparca los problemas por una semana y se lanza a la calle a disfrutar de la primavera y del buen tiempo. Personas que hace años que no se ven y que de repente se reencuentran, se saludan, se abrazan, se besan, se entusiasman... ¿Quién sabe? Tal vez regrese en estos días algún amor perdido. En Cieza, durante la Semana Santa, cualquier cosa es posible. Y es que la música en las calles, el aire que viene de la huerta con perfume de azahar, los pasodobles y marchas procesionales tras de un trono, el clima propicio que llama a la vida, y el sentirse uno de su pueblo como en ningún otro momento del año, hacen que reine un orgullo que se palpa, que dé gusto estar en Cieza, y que uno esté abierto a que vuelva cualquier cosa. Al fin y al cabo, qué es la Semana Santa si no un "perpetuo volver" año tras año, cual las nubes de Azorín, "siempre las mismas y siempre distintas", mas siempre en retorno perdurable.

Yo, como si la partitura marcara coda, y también mi alma fuera un perpetuo ritornello, no consigo separarme de mis tópicos. Siempre que pregono la Semana Santa hablo de amor, de música, de flores, de Azorín, de eterno retorno, de abrazos y achuchones en las calles, de parejas que se aman y que hacen recordar al alma dormida... Todo ello habría que enfatizarlo más, si cabe, gritando: ¡Carpe diem, tempus fugit, vita brevis! Porque aún más breve que la vida y más fugaz que el tiempo es la felicidad, que no dura un suspiro. Hay que pillarla al vuelo y disfrutarla mientras nos acompañe siempre huidiza.

Esta tarde, después de comer, he cogido el coche y me he ido a dar una vuelta por la huerta, el incensario ciezano. Y, si bien el tiempo no era tan esplendido como esta mañana, la vida estaba en el campo, igual que en la ciudad: estaba en los almendros, en los olivos y en los sauces, en los frutales en flor a la orilla del río... Soy testigo. Y es que durante la Semana Santa es la vida la protagonista y no la muerte. "¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde tu aguijón?" Es, pues, la vida en abundancia lo que importa. Y, aunque hubiere de venir la vida eterna, "coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto", por si acaso. Yo por aplicarme esta receta, esta semana me dejo la oposición que estoy preparando y voy a refrescar la garganta tomándome unas buenas cervezas con habas, olivas y boquerones. Y después... ¡Que la Magdalena me guíe!

¡Saludos a todos, y que paséis felices fiestas!



domingo, 28 de febrero de 2016

Hasta luego


Esta semana ha sido una semana de despedidas. Se han ido dos viejos amigos. El primero era un viejo amigo por la edad que tenía. Con 92 años, nos ha dejado. Yo tuve la suerte de ser su amigo tan sólo unos tres años, pero siempre hubo entre nosotros cortesía, respeto y buenas conversaciones. Es lo malo que tiene tener viejos amigos: que se marchan pronto. En fin: se te echará de menos, Juan María. Hasta luego, amigo.

El otro viejo amigo que se ha ido, es mi mejor amigo, un hermano que me ha dado la vida. Javier. Éste no se ha ido tan lejos como el otro, pero casi. Se ha marchado al otro extremo del mundo, a Lima. Allí intentará vivir su vida, su vocación y su aventura. Que seas feliz, amigo. En dos años volveremos a nuestros paseos vespertinos por el Picarcho al sol de media tarde, y a hablar de lo humano y lo divino, mientras intentamos afinar nuestras mentes para contemplar lo que para otros está velado. Verás que pasarán volando. Gracias por tu amistad y compañía.


Audio

sábado, 13 de febrero de 2016

El ARTE... ERES TÚ


¿Qué es el Arte?, dices mientras clavas

en la bella obra tu pupila azul.

El sujeto que contempla, te respondo.

El Arte... eres tú.