"Y pues V.M. escribe se le escriba y relate el caso por muy extenso, parescióme no tomalle por el medio, sino por el principio, porque se tenga entera noticia de mi persona; y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto."

El Lazarillo de Tormes

lunes, 17 de agosto de 2020

El infierno de tu ausencia

Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías...
Luis Cernuda


 Yo sólo quería eso: estar contigo. Cualquier otra cosa me sobraba en el mundo. Tras verte por última vez, me pregunto si volveré a verte algún día y si quedará algo cuando te mire a los ojos. Este tiempo sin ti, que ha pasado como una eternidad absurda, como miles de eones inertes y vacíos, me recuerda que el tiempo sólo tiene sentido cuando transcurre al lado de la persona que se ama. Es entonces cuando se estira y encoje. Es ahí donde adquiere transcendencia, donde el reloj no cuenta, donde la eternidad adquiere sentido y deja de atormentar al alma; donde "un día es como mil años, y mil años como un ayer que pasó".

Me gustaría escribirte una carta donde te dijera lo que siento, pero no puedo. Me he quedado tan vacío después de tu partida que siento que, en lo más profundo de mi ser, mi espíritu colapsa. Es como si el solo hecho de pensar en ti me succionara cualquier otra idea y ni tan siquiera fuese consciente de lo que siento, o, más bien, como si no pudiera expresarlo. Es como si dentro del alma tuviera un abismo en el que no soy capaz de divisar lo que hay al fondo. Sólo sé que sufro y me atormento. El mal es la ausencia, el vacío. En mi interior está el vacío colapsando, agitando todo lo que queda de mi ser, comprimiéndolo, como si quisiera reducirlo a un punto de angustia y de dolor. No sé si queda algo todavía. Sólo siento el desastre y la caída. Existo, pero ya no soy.

Pensar en ti es lo único que hace que todavía me agarre a la existencia, y que la fuerza centrífuga que me agita no me expulse definitivamente de este mundo. Sin embargo, cada vez más, tengo la certeza de que tú no piensas en mí, de que tú no me amas como yo a ti. Estoy seguro de que alguna vez me amaste, pues fuiste tú la que despertó mi amor, pero ese sueño no ha perdurado en ti, quizá por esta situación que se ha impuesto, y este mundo que se ha deshecho y que ya no volverá a ser como antes. Nada volverá a ser como antes. Ni tú ni yo. 

La desolación ha vuelto a mi espíritu, pero de una forma que nunca antes había sentido. Es como si todo se desvaneciera, como si ya no quedara esperanza de que la vida cobrase alguna vez sentido. Sin ti, sólo la ausencia queda. Por un momento creí que tu amor podría salvarme. Pensé que todo sufrimiento anterior, todo sinsentido, quedarían justificados; que toda la vida, y que la misma muerte, adquirirían sentido si lograba amarte y que me amaras. Ahora me doy cuenta de que no: tu amor sólo era el misil irresistible; la luz que vi en tus ojos, el fuego que venía a devastarme.

Náufrago definitivo, sin brújula, sin barco y sin islote, maldigo a Dios, en medio del océano, agarrado a un trozo de caña que me mantiene a flote. No sé si es la mejor idea, mas es lo único que me sale ya del corazón, junto con el amor que siento por ti. Amor y odio. Amor y muerte. Eros y Thánatos. Lo de siempre. Y mi alma, desierto, mar, naufragio y campo de batalla.

¿Qué será de nosotros? ¿Qué será de ti y de mí cuando pase este verano vacío, absurdo, muerto...? Mientras escribo esto pienso en tu cara, en tus labios, en tus ojos. Esos ojos que no olvidaré jamás, aunque no los vuelva a ver. La experiencia de tu ausencia es el infierno.